LITERATURA

ENTREVISTA A MARÍA PRAT GAY, UNA ESCRITORA APASIONADA


Aunque María Prat Gay es autora de varias novelas, Juego de egresados es, hasta el momento, la única editada. Este relato —atrapante desde la primera hasta la última línea— trata del reencuentro de un grupo de egresados, después de veinte años de haber perdido el contacto entre sí. En el marco de un juego que dura un fin de semana, surgen situaciones inesperadas y se revelan secretos guardados durante años.

María Prat Gay nació en Buenos Aires y obtuvo el diploma de arquitecta en la UBA en 1994. Después de quince años de haber trabajado en su profesión, se volcó de lleno a la escritura. Su obra no solo se limita a las novelas: el cuento, la poesía, el relato y el microrrelato también forman parte de su producción. En una entrevista cercana y distendida en un bar de Belgrano, nos brinda su visión de la escritura y nos cuenta cómo fue el encuentro con su nueva vocación.

¿Cómo pasaste de trabajar como arquitecta a dedicarte totalmente a la escritura?
Lo mío fue en realidad resurgir de las propias cenizas, como el ave fénix. Por el 2009 transité una situación de mucha insatisfacción en todos los planos de mi vida. En lo laboral estaba muy exigida y no encontraba compensaciones. Soy responsable y cumplidora por naturaleza y también “una romántica”; me gustaba la arquitectura pero no lidiar con los gremios, con los contratistas, con los pagos o con las diferencias entre socios. A esto se sumaron planteos personales, muchos relacionados con una rebeldía adolescente que tardó en llegar. Estuve deprimida durante algunos meses. Un día recordé que, cuando era chica y me sentía triste, escribía y que eso me hacía bien. Así empecé con mi primera novela, Conectados; concebirla y llevarla al papel fue algo que me salió espontáneamente. Me sentía feliz y me di cuenta de que escribir era lo que realmente me gustaba hacer.

En relación con ese resurgimiento, ¿cómo describirías el momento particular en que percibiste cuál era el significado de tu vida?
Hubo un momento clave, un momento de inflexión que cambió mi vida para siempre. Sentí que mi forma de trascender estaba en lo que dejaba escrito y que escribir era la razón por la que pasaba por esta vida.

 Juego de egresados no es solo una historia imaginativa, sino también un relato bien construido. ¿Qué papel juega en ese armado tu formación de arquitecta?
Cuando me di cuenta de que mi verdadera vocación no pasaba por lo que había hecho hasta ese momento, pensé: “Todos estos años van a la basura”. Después me di cuenta de que no era así porque, de una manera o de otra, parte de mi formación se aplicaba a la escritura. Podía utilizar mi capacidad de investigación, de proyecto, de organización. Los personajes de mis novelas son como los materiales de construcción que hay que investigar muy bien antes de utilizarlos; el orden de los capítulos y de los tiempos, como la estructura que sostiene, que ordena el texto que voy armando. Para definir los personajes de Juego de egresados hice mucho trabajo de investigación, porque me importaba mucho que fueran creíbles. Por ejemplo, como uno de ellos juega al rugby —y yo de rugby no sabía mucho—, tuve que buscar información sobre el tema.

¿Cómo es tu relación con los personajes que creás?
Yo soy todas esas mujeres que construyo en mis relatos. Me siento totalmente identificada con ellas —¡aun cuando actúan como yo no actuaría nunca!— Al escribir soy como una actriz que las interpreta, vivo situaciones a través de ellas y lo disfruto mucho.

Cortázar decía que muchos de sus cuentos surgían de sus sueños. ¿De dónde provienen tus historias? ¿Las encontrás en el mundo real o en el de los sueños?
De los sueños surgen muchas de mis poesías. Me despierto a veces pensando en un tema o con determinadas sensaciones que termino volcando en una poesía. En lo que se refiere a las narraciones, mis ideas surgen en cualquier momento, pero fuera del sueño.

Café de por medio, María se muestra dispuesta a contestar todas las preguntas en forma franca, directa y cordial. También habla de sus dos hijos, del desafío que requiere congeniar el trabajo de escritora con el de ser madre y de lo importante que fue para ella el apoyo incondicional de su esposo a su nuevo trabajo.

 ¿Qué temas te mueven a escribir?
Soy una romántica desde siempre. Desde chica soy una enamorada del amor y del romance. Si las historias son controvertidas y tortuosas me gustan más todavía. Pero me interesan las relaciones humanas en general, no solo relación hombre-mujer.

¿Cómo definirías tu mirada de escritora?
Podría decir que lo mío es escribir desde lo femenino. Escribir desde la personalidad de un hombre y que esa mirada sea creíble me cuesta bastante. Pero es una de mis metas —de hecho ya lo intenté en algunos textos— y un desafío interesante.

¿Qué importancia tiene para vos la lectura? ¿Con qué escritores te identíficás?
Dicen que el escritor tiene que leer mucho para escribir bien. Yo creo que venimos al mundo con ciertos dones que podemos cultivar, mejorar. No sé si se aprende a escribir leyendo, creo que se aprende a escribir escribiendo. La escritura es un proceso de maduración: cuanto más se escribe, mejor es el resultado. Me gusta mucho leer, pero no leo cualquier cosa: me tiene que entretener. Actualmente estoy leyendo novelas de escritoras españolas, como Almudena Grandes y Rosa Montero —las admiro mucho—. Cuando las mujeres escriben bien, crean historias llenas de sensibilidad y de matices. Me apasiona el estilo de las españolas.

En relación con lo anterior, ¿cómo se da ese proceso de maduración en tu propia escritura?
Más allá del abordaje de temáticas más complejas, yo lo noto en la armonía de mis textos. Al escribir uno hace música. Si lo escrito no suena musical —si no tiene cierto ritmo y cadencia—, no está bien: hay que darlo vuelta, cambiarle algo. Por eso, el silencio es muy importante para mí durante ese proceso.

Para finalizar, ¿qué les dirías a quienes se sienten llamados a redefinirse en su vocación?
Les diría que lo hagan, que si sienten ese llamado es porque lo llevan dentro y que vale la pena responder, en la medida en que su realidad particular se lo permita.

María se despide con la calidez y la simpatía que la caracterizan. Su dedicación a la escritura es prometedora: se funda tanto en el profundo conocimiento que tiene de sí misma y de las relaciones humanas como en el arte de construir con ingenio, sorpresa y equilibrio. Quedamos a la espera de su próxima novela que, sin dudas, cumplirá sobradamente con todas nuestras expectativas.